Todo el mundo sabe que la gastronomía en Madeira es del más alto nivel, y es muy difícil (por no decir imposible) encontrar un restaurante donde se coma mal y poco. Aunque es una gran tentación salir a comer a restaurantes, esta vez buscábamos un almuerzo diferente, solos los cuatro, rodeados de naturaleza y con unos aperitivos en condiciones. Surgió la idea de hacer un pícnic. Luego vino la duda de siempre: ¿dónde vamos a realizar esta actividad familiar?
El primer lugar en el que pensamos fue Fanal, en el norte de la isla, pero, como amenazaba lluvia por esos lares, decidimos ir a lo seguro y dar un paseo por la Ponta de São Lourenço y hacer un pícnic. Esta es otra de las maravillas de Madeira: podemos elegir nuestras actividades familiares en función del tiempo que haga y del lugar al que vayamos. Tanto si queremos sol, lluvia, fresco, calor, viento o calma... ¡siempre hay un lugar en la isla que cumplirá nuestros deseos! Así que nos fuimos de excursión a la Ponta de São Lourenço con un pícnic, a media hora en coche de Funchal, pasando por el aeropuerto, la ciudad de Machico con su playa de arena amarilla y el puerto deportivo de Quinta do Lorde.
Llegamos al punto más alejado al que se puede ir en coche, aparcamos, ¡y comenzamos otra actividad en familia! Los niños señalan a un lado y dicen «ahí está el mar» y, cuando miran al otro lado, «¡ahí también, hay mar por todas partes!». En el lado meridional pudimos ver la bahía en su momento más tranquilo, con algunos barcos fondeados. En el lado norte la vista es mucho más salvaje: olas que golpean las rocas que rodean la base de los acantilados, crean espuma blanca y liberan la energía del mar contra la tierra.
Está claro que un paseo por la Ponta de São Lourenço con un pícnic era algo que ya entonces sabíamos que iba a ser un éxito seguro. Solo esa vista ya nos había conquistado y ni siquiera nos habíamos alejado mucho del coche. La verdad es que los miradores están cerca del aparcamiento, lo que permite tener unas vistas estupendas con poco esfuerzo, algo importante para quienes vamos con niños pequeños. También vimos un sendero con muy buena pinta que llegaba casi hasta el final de la Ponta de São Lourenço, pero esta actividad está en nuestra lista para cuando volvamos con ellos y hayan crecido un poco más. Entonces, ¡seguro que lo incluiremos en nuestras actividades familiares! No pasó mucho tiempo antes de que Vera, la pequeña, dijera: «¡Tengo hambre!». En ese momento, empezamos a buscar el mejor lugar para sentarnos. Vimos una de esas mesas de piedra con bancos corridos a cada lado, que suelen encontrarse en la isla, y no le dimos más vueltas: «¿Montamos aquí el pícnic?», le pregunté a Margarida, que me contestó: «Vale, yo me encargo de los niños, ¿traes tú la cesta?».
Para estas actividades familiares, no hay que dudar, ¡porque los niños no toleran las largas esperas! Por eso planeamos un pícnic para este paseo en la Ponta de São Lourenço y llevamos una cesta preparada por Vantastic Food Truck – Healthy Food. Confieso que hacía años que no hacíamos un pícnic de verdad. Manteles individuales, cubiertos, vasos, boles... ¡la mesa estaba puesta! Se me hizo la boca agua al ver lo que nos habían preparado. Empezamos con un gazpacho fresquito ―la sopa fría favorita de los niños― con picatostes, que enseguida animó el festín y les llenó la barriguita.
A partir de ahí, solo fue cuestión de relajarse y saborear unos platos muy sanos, ensaladas y postres deliciosos pero ligeros, que nos dejaron satisfechos y en condiciones de dar otro paseo por esa zona mágica. ¡Almuerzo terminado! Ahora es el momento de guardar todo en la cesta, no dejar restos de comida (y mucho menos de basura), meter las cosas en el coche (que no estaba muy lejos) y dar un paseo por la Ponta de São Lourenço.
Subimos a un mirador todavía más alto, donde estábamos protegidos por una valla de madera porque, si mirabas hacia abajo, se podía ver un enorme acantilado hasta el mar. Allí sentimos la fuerza del viento, la grandiosidad de los acantilados de la isla y también experimentamos que la gravedad va unida a la fuerza del viento: si no nos sujetábamos bien, nos daba la sensación de que íbamos a despegar y salir volando, como los innumerables pájaros que planeaban a nuestro alrededor. La subida hasta este mirador ya había sido empinada, por lo que pensé que los niños no serían capaces de aguantarla, pero me sorprendí porque solo querían saltar de roca en roca para ver cuál daba el salto más grande. Los juegos de siempre, haciendo tonterías, pero también hay que dejarlos vivir y crecer.
Este paseo por la Ponta de São Lourenço con pícnic es algo que recomendamos hacer cualquier día durante una estancia en Madeira, porque, haga mejor o peor tiempo, por lo general el cielo estará despejado, aunque haga, eso sí, un poco de viento (pero eso forma parte de la magia). La Ponta de São Lourenço es uno de los pocos lugares donde se pueden ver al mismo tiempo las caras norte y sur de la isla, y un paseo hasta allí es una de esas actividades familiares que se adaptan a todos los gustos: tanto para quienes que simplemente quieren disfrutar del paisaje como para quienes quieren explorar los senderos que suben y bajan por la montaña, llegando incluso hasta el mar en el lado meridional. Aunque no contemplábamos ir a la playa en esta excursión, nos dimos cuenta de que es una actividad que se puede hacer en esta zona, e incluso hay una pequeña pero preciosa playa de arena cobriza, llamada Prainha, que parece ser el punto de encuentro de muchos amantes del sol y del mar. La próxima vez, no nos la perderemos.