Las tradiciones rurales de Madeira

Desde reuniones familiares en las montañas madeirenses hasta las fiestas en Chão da Ribeira
Madeira Blog 1
Jackson Groves
Aventuras épicas
Fecha:
ago. 19, 2024
Tiempo de lectura:
-min
Escondido en un valle con vistas a la pedanía de Seixal, en la costa norte de Madeira, Chão da Ribeira es el lugar perfecto para reconectar con la naturaleza. Me refiero cariñosamente a esta región como «el santuario», un refugio para huir del acelerado estilo de vida habitual en el sur de la isla. En este artículo, voy a centrarme en Chão da Ribeira, donde vivo actualmente, pero las historias y tradiciones que voy a contaros también representan a otros muchos lugares de la isla.
Chão da Ribeira es un pequeño valle rodeado de imponentes acantilados cubiertos de un frondoso bosque de laurisilva, declarado patrimonio de la UNESCO. Si andamos por uno de los muchos senderos que ascienden desde el valle, se emprende un sinuoso viaje por la naturaleza hasta llegar al encantador bosque de Fanal. Y un corto paseo de veinte minutos descendiendo por el valle nos llevará a la pintoresca playa de arena negra de Seixal. Chão da Ribeira, por su ubicación y posicionamiento, es el sueño de todo excursionista y también un lugar ideal para explorar las playas costeras y las piscinas naturales del norte.
costa norte madeira
Este lugar ha sido tradicionalmente una importante zona agrícola para los habitantes de Seixal. Antiguamente, los habitantes subían a pie desde Seixal para cuidar de sus cultivos y cosechas ―muchos aún lo hacen― y otros vivían directamente en Chão da Ribeira. Ver vacas y cabras aquí es algo muy habitual. Las condiciones favorables, a 350 metros sobre el nivel del mar, garantizan que esta tierra fértil reciba abundante lluvia y sol, proporcionando ricas cosechas durante todo el año.
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Esta tradición agrícola de Chão da Ribeira hizo que muchos de los agricultores construyesen pequeños cobertizos agrícolas, también conocidos en la región como «palheiros» («pajares»). Estos espacios se utilizaban para albergar ganado y almacenar patatas y otras verduras. Estos pajares, que se construían con grandes piedras de basalto, proporcionaban aislamiento para mantener frescos los cultivos en verano y secos y templados durante el invierno. ¡Yo mismo he estado dentro de un pajar en Chão da Ribeira almacenando miles de patatas!
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Aunque hoy en día la agricultura sigue siendo un recurso valioso para muchas personas, hasta no hace mucho era una realidad para una gran parte de la población. Las ciudades y las tierras más favorables eran zonas reservadas para familias aristocráticas o privilegiadas.
Además de las fértiles terrazas y los impresionantes paisajes, Chão da Ribeira ofrece otro atractivo. Los fines de semana, las familias madeirenses y los visitantes se reúnen, preparan sus provisiones y se dirigen al valle. Hay numerosos lugares gratuitos abiertos al público para hacer una barbacoa, muchos de los cuales son antiguos pajares con impresionantes vistas de las montañas, cubiertas del verdeante bosque de laurisilva.
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Para los afortunados que tienen familiares o amigos con un pajar o cobertizo, los sábados y domingos son momentos perfectos para hacer barbacoas o pícnics, y así aprovechar la oportunidad para reconectar con la naturaleza, bajar el ritmo y disfrutar del tranquilo estilo de vida del norte.
Muchas de estas tradiciones rurales comenzaron porque la gente no tenía más remedio que construir sus casas dentro de los límites de las tierras de labranza de su familia, o en pequeñas parcelas de tierra que habían heredado. Esto dio lugar a una cultura de vida rural en lugares pintorescos y valles escondidos. Era habitual que los miembros de la comunidad compartieran sus alimentos y recursos y celebraran comidas en lugares como Chão da Ribeira. Durante el «Panelo», una fiesta tradicional que se celebra en enero, se come carne de cerdo y verduras. En junio, todo el mundo se reúne para comer atún y patatas.
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Chão da Ribeira no es el único lugar de la isla que ofrece vistas increíbles y condiciones para una gran barbacoa o una reunión familiar. Al conducir por Madeira, es fácil encontrar pequeños pajares esparcidos por las laderas, algunos de ellos transformados en parques de pícnic. Ya fuimos o nos invitaron a varias quedadas en lugares increíbles de la isla.
En el paraje de Achadas da Cruz, una fajã («fajana») situada en el noroeste, se puede coger un teleférico hasta un pequeño pueblo costero formado por pequeños pajares agrícolas junto al mar. Aquí nos podemos quedar dormidos mientras escuchamos el sonido de las olas al romper en la orilla. Ribeira Funda es otro pequeño pueblo situado sobre los túneles, en la costa norte de Madeira. Desde aquí podemos ver una de las vistas más increíbles de Seixal y Ponta Delgada. Santo da Serra, São Jorge y Santana son también pedanías con increíbles tradiciones rurales. Lo cierto es que se pueden hacer fantásticas escapadas por toda la isla de Madeira.

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La tradición de reunir a familiares y amigos en las colinas para hacer una barbacoa o un pícnic es una de mis favoritas de la isla. Es una oportunidad para saborear comida típica de Madeira, como las espetadas («pinchos») acompañadas de pan fresco y verduras regionales. Cuando a esto se le suma la belleza natural de Madeira, todas las personas tienen la oportunidad de respirar y dejar de lado por un rato un mundo que a menudo puede resultar estresante y opresivo. «Ir a la sierra» es un ritual que la mayoría de las familias locales cumplen al menos una vez al año. Es una terapia que nos hace valorar todas las cosas importantes de la vida: los alimentos que más nos gustan, la gente a la que amamos y los lugares que nos hacen sentir bien.
Bosque de Laurisilva
Chão da Ribeira

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