Tras llegar en nuestro velero a Funchal, estuvimos buscando programas familiares y se nos ocurrió la idea de participar en una actividad de avistamiento de cetáceos en Madeira, a bordo de un catamarán de lujo. Dudamos, ya que llevábamos tiempo a bordo, pero decidimos arriesgarnos. ¡Y menos mal!
Madeira fue la primera parada de nuestra vuelta al mundo, ¡un destino imprescindible! La gran variedad de actividades y programas para experimentar en familia es inmensa, y quienquiera que viaje con los suyos sabe que todos necesitan entretenerse para pasarlo bien y crear recuerdos inolvidables.
Estábamos en el mar, Margarida, yo y nuestros dos hijos, a bordo de nuestro velero catamarán Zinga, navegando de Porto Santo a Funchal. Con muy poco tiempo, para variar, tuvimos que buscar programas familiares y decidir qué hacer en los días siguientes durante nuestra estancia en Funchal.
El avistamiento de cetáceos en Madeira es una actividad que aparece enseguida en las búsquedas de Internet, ya que el destino es famoso por su abundancia de vida marina. Al principio no estábamos muy convencidos, porque ya vivíamos en un velero... ¿y vamos a vivir otra experiencia en barco? No tenía mucho sentido. Pero después de hablarlo entre nosotros, decidimos darle una oportunidad a esta experiencia de avistamiento de cetáceos en Madeira. Es cierto que vivimos en un barco, pero no conocemos la vida marina como los patrones, marineros y biólogos marinos que forman parte de este programa, ideal para familias. Por no hablar de las licencias y normas que hay que cumplir para avistar cetáceos en Madeira con seguridad y sin asustar ni dañar a los animales marinos.
Tras decidirnos, conseguimos reservar plaza para los cuatro en un catamarán muy agradable, donde estábamos nosotros y otros dos grupos de extranjeros, y en total éramos unas 15 personas (más tres tripulantes) que compartíamos un catamarán de 60 pies de eslora, muy cómodo (mucho más que el nuestro...), con una zona exterior, otra interior y un puente volante que nos permitía realizar la actividad de avistamiento de cetáceos en Madeira desde un ángulo privilegiado y con mayores posibilidades de avistar a los animales en la lejanía, para luego salir a su encuentro.
Salimos del puerto deportivo y enseguida nos ofrecieron un refresco y un pastel de nata (ni que decir tiene que los niños se pusieron enseguida de buen humor, y fue una forma estupenda de conseguir que se sentaran a nuestro lado, ya que solo querían descubrir los recovecos del nuevo barco). Al cabo de unos cinco minutos, la tripulación nos avisó de que había una tortuga que nadaba a estribor. Nos acercamos todos a mirar y allí estaba ella, de tamaño mediano (digo yo), solita, asomando la cabeza fuera del agua, saludó y siguió a lo suyo. «1-0», «ya hemos visto una» ―le digo a Margarida―, como dejando caer que este viaje de avistamiento de cetáceos en Madeira ya ha merecido la pena.
Seguíamos navegando tranquilamente en un mar en calma, bajo un cielo azul, una temperatura perfecta y un agua azulona (como nos encanta), cuando la tripulación volvió a alertarnos de que un grupo de delfines estaba a punto de pasar por delante de nosotros. Esta vez el encuentro duró más que el de la tortuga: nos dio tiempo a hacer fotos y vídeos, y a escuchar a la tripulación explicar los hábitos de estos animales salvajes.
Sin embargo, los marineros nos dejaron claro que hay un límite de tiempo para el avistamiento de cetáceos en Madeira y que cada barco solo puede estar cerca de los animales un máximo de quince minutos seguidos. Así que llegó el momento de partir en otra dirección y dar paso a los otros barcos que también estaban cubriendo este programa familiar.
No tardó en llegar el siguiente avistamiento... esta vez no estábamos seguros de qué especie sería, ¿delfines o ballenas? No eran muy grandes, pero no tenían la cabeza de un delfín... Mi hijo Francisco incluso se subió al puente volante para intentar ver mejor. Por supuesto, a los pocos minutos la tripulación aclaró que eran calderones.
Después de este avistamiento, nos dirigimos a cabo Girão, donde las condiciones eran ideales para darse un chapuzón en el mar. La tripulación amarró el barco a una boya y nos dio total libertad para bañarnos y disfrutar del mar. Mientras tanto, seguían sirviendo refrescos y aperitivos.
Mi hijo fue uno de los primeros en saltar al mar y yo lo seguí. ¡Qué agua tan espectacular!, ¡qué claridad!, ¡qué temperatura tan perfecta! Justo a nuestro lado había un enorme acantilado, ¡este programa familiar está lleno de sorpresas!
De vuelta en el barco, nos secamos en unas hamacas que había en la parte delantera y contemplamos la espectacular vista hasta Funchal, mientras el barco regresaba al puerto deportivo para terminar esta excursión de avistamiento de cetáceos en Madeira, que duró unas tres horas (nunca miré el reloj, ¡me lo pasé tan bien...!).
La amabilidad y buena disposición de la tripulación fue otra cosa que nos llamó la atención. Estuvieron pendientes de nuestras necesidades en todo momento, dispuestos a ayudar y a explicarnos lo que íbamos a hacer. Incluso pensé que se iban a poner nerviosos porque nuestros dos hijos (de 3 y 5 años) estuvieran correteando por el barco, pero, después de explicarles que los niños habían venido con nosotros en barco desde Lisboa, se dieron cuenta de que eran de tal palo, tal astilla e incluso nos echaron una mano con ellos. A los niños les encantó estar en un barco diferente y explorar cosas nuevas.
En resumen, ¡fue un gran programa familiar! Vimos tres especies diferentes de cetáceos justo enfrente de Funchal, nos divertimos en un barco espectacular, pudimos relajarnos con los niños entretenidos, aprendimos mucho sobre la vida marina ¡y hasta nos dimos un buen baño! ¿Qué más se puede pedir del avistamiento de cetáceos en Madeira? ¡Un programa familiar impecable y recomendable!
