Los orígenes del aguardiente de Madeira, como se le llama comúnmente, se remontan a la época del descubrimiento del archipiélago. Poco después de la llegada de los navegantes portugueses a esta perla del Atlántico, en el siglo XV, se inició el proceso de introducción de la caña de azúcar, mediante esquejes procedentes de Sicilia. Ya en esta época, el azúcar se convirtió en una de las principales producciones de Madeira (incluso se le llamaba «oro blanco»). Se empezó a exportar a Portugal continental, al golfo de Guinea, a África, al norte de Europa y a la zona del Mediterráneo. Además, la abundancia de esta materia prima ha permitido desarrollar una industria de transformación muy prolífica.