Historia de Madeira
La historia de la isla de Madeira
Para conocer la historia de Madeira hay que remontarse al año 1418, cuando los navegantes liderados por João Gonçalves Zarco avistaron, tras muchos días a la deriva en alta mar, una pequeña isla que les salvó de un fatídico destino. Un puerto seguro al que se le llamó «Porto Santo». Un año después, en 1419, llegaron a una isla a la que apodaron «Madeira» («Madera»), debido a la abundancia de esta materia prima.
Los navegantes Tristão Vaz Teixeira, Bartolomeu Perestrelo y João Gonçalves Zarco se convirtieron entonces, con sus respectivas familias, en los primeros pobladores del archipiélago. Este proceso de colonización se inició en 1425, por orden del rey Juan I de Portugal, con personas de escasos recursos, algunos antiguos prisioneros del reino de Portugal y un grupo de personas de la pequeña nobleza.
En los años siguientes, la historia de Madeira se definió, de manera ineludible, por su enorme potencial, que pronto se hizo notar. El archipiélago combina una excelente posición geográfica, que lo convirtió rápidamente en un punto de conexión internacional, con suelos volcánicos de gran fertilidad y un clima subtropical suave durante todo el año.
Por lo tanto, durante el proceso de colonización se introdujeron algunos cultivos agrícolas que se convirtieron en el centro de la historia de Madeira. Es el caso de la caña de azúcar, que rápidamente trajo una notable prosperidad económica a la región. A partir del siglo XVI, el archipiélago se estableció como uno de los productores de azúcar más famosos del mundo. Hay que tener en cuenta que este producto se llamaba entonces «oro blanco».
En esta primera fase, las hortalizas y la pesca eran los principales medios de subsistencia de los madeirenses. Sin embargo, para desarrollar la agricultura en la isla de Madeira, era imprescindible cortar una parte del bosque, caracterizado por su densidad, y construir un gran número de canales de agua, llamados levadas. De este modo, era posible transportar el agua desde la lluviosa costa norte hasta la costa sur, más árida.
A partir de los siglos XVII y XVIII, la historia de Madeira estuvo marcada por la aparición de una nueva cultura que aportaría un nuevo impulso a la economía local. Hablamos, por supuesto, del inconfundible vino que se produce en esta región insular, todavía hoy aclamado y premiado internacionalmente.
Más tarde, los paradisíacos contornos de estas dos islas atlánticas se hicieron famosos en todo el mundo. A partir del siglo XIX, parte de la aristocracia europea, atraída por las propiedades terapéuticas de este edén suspendido en el Atlántico, fijó aquí su residencia temporal. Madeira floreció por el turismo, un sector que aún hoy marca su pulso diario.